El Imperio de Trujillo: Empresas, Tierras y el Control del Estado

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Cómo el dictador convirtió la República en un feudo familiar con más del 60% de la economía bajo su poder.

Durante más de tres décadas, Rafael Leónidas Trujillo no solo dominó la vida política de la República Dominicana, sino que instauró uno de los sistemas de acumulación económica más brutales del siglo XX en América Latina. Gobernó como un monarca moderno, utilizando el Estado como empresa personal. Al momento de su ajusticiamiento en 1961, el clan Trujillo controlaba directa o indirectamente más del 60% del Producto Interno Bruto del país.

Este artículo expone cómo Trujillo estructuró un imperio económico sin precedentes, combinando represión, corrupción y nacionalismo autoritario, sentando las bases para que futuras oligarquías heredaran esa arquitectura del poder.

La República como Empresa Privada

Trujillo utilizó el aparato del Estado como una extensión de su fortuna personal. Casi todas las actividades productivas estaban dominadas por su familia o por empresas bajo su control:

Principales empresas estatales y privadas del régimen:

  • Ingenios azucareros: Consuelo, Ozama, Amistad, Montellano.
  • Molinos Dominicanos (harinas).
  • La Tabacalera Dominicana (monopolio de tabaco).
  • Refidomsa (refinería de petróleo nacional).
  • La Rosario Dominicana (minería).
  • Naviera Dominicana (transporte marítimo).
  • Aeronaves del Caribe (línea aérea nacional).
  • Hoteles Jaragua, Paz y otras cadenas turísticas.
  • Radio y prensa: “La Voz Dominicana”, dirigida por Petán Trujillo.

Estas empresas no solo respondían a intereses económicos, sino que también sirvieron como mecanismo de control social y político. Los empleados debían ser leales al régimen. Los contratos eran otorgados por compadrazgo. Las tierras eran confiscadas a campesinos y luego tituladas a nombre de la familia Trujillo o de testaferros militares.

Los Grandes Terratenientes del Estado

Según datos del Archivo General de la Nación, Trujillo poseía más de 1.000.000 de tareas de tierra, incluyendo propiedades agrícolas, ganaderas y urbanas. Muchas fueron adquiridas por expropiación forzosa, intimidación o compras simbólicas.

En lugares como San Cristóbal, Santiago, La Vega, Azua y Hato Mayor, era común que los campesinos dijeran: “Esa tierra es de Trujillo”, sin saber siquiera si estaba titulada. El miedo bastaba.

La Centralización del Poder Económico

Para legitimar esta estructura, el régimen utilizó leyes especiales, decretos presidenciales y reformas constitucionales. La línea entre el capital privado y el Estado se desdibujó. Cualquier actividad económica debía contar con el visto bueno del régimen. Los bancos estaban controlados. Las importaciones, reguladas. Las exportaciones, vigiladas.

La economía dominicana era un modelo de capitalismo autoritario, donde el mercado no era libre ni competitivo: era trujillista.

Los Beneficiarios: ¿Solo los Trujillo?

No. El dictador sabía compartir migajas de su imperio con aliados estratégicos:

  • Empresarios leales fueron protegidos.
  • Militares enriquecidos con propiedades robadas.
  • Funcionarios premiados con puestos y concesiones.

Este sistema dio origen a una nueva clase empresarial: trujillista, nacionalista y sumisa, que luego, tras su caída, supo reciclarse y negociar con los nuevos gobiernos.

El País como Herencia

Al morir Trujillo, su imperio no desapareció. Fue reconfigurado. Muchas de sus propiedades pasaron al Estado, pero luego fueron privatizadas sin transparencia durante los gobiernos de Balaguer y posteriores. Lo que empezó como dictadura, evolucionó hacia una oligarquía económico-política que aún domina sectores clave de la nación.

 

Fuentes:
  • Archivo General de la Nación (AGN), Fondo Trujillo.
  • Frank Moya Pons, Manual de Historia Dominicana.
  • Juan Bosch, Trujillo: Causa de una Tirania sin Ejemplo.
  • Bernardo Vega, Trujillo y sus generales.
  • Observatorio Político Dominicano.
  • Jorge Tena Reyes, La oligarquía empresarial en la República Dominicana.
  • Revista Rumbo, edición especial 1998.
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